EL ELEFANTE NEGRO EDICIONES

LA HUELLA EN EL MURO

Diego Etcheverría,48 pág.

Arte de tapa del autor.


DE LO IMPLACABLE O LA CONTEMPLACIÓN COMO SINO POÉTICO


Atención: esta obra no es para lectores perezosos. 

Parece fácil al principio; breve extensión, poemas breves. Qué decir de la brevedad, bien se sabe que en la concentración poética puede excavarse muy hondo. 

La huella en el muro nos ofrece, además de poemas para leer y releer, preguntas. En nuestro caso los interrogantes, más que de la huella, surgen del muro mismo. ¿Es acaso el material que ve el poeta pleno de cicatrices, musgo, rastros? ¿Es un muro que desafía lo temporal y nos provoca acerca de la certeza de la quietud? ¿Es el que surge cuando queremos aprehender lo que se nos escapa en el quehacer poético? ¿Es ese muro mítico cuyo destino cierto es ser derribado?

Diego Etcheverría nos interpela y despliega uno de los temas de su libro, el tiempo, -coincidimos con el necesario prólogo de Rosa Oviedo- en los poemas de la primera de las cuatro partes en que está estructurada la obra. El tiempo es objeto de reflexión y asombro, puede azuzarnos al observar un sauce o al evocar las creencias familiares. El motivo poético vuelve a asomar en los siguientes versos y se une a otros como la naturaleza, el erotismo, la memoria, el reclamo social. En cuanto a la contemplación de la naturaleza, surgen plantas y árboles como la morera, el mandarino, los naranjos, el jacarandá; se suman los animales, en especial los pequeños: chicharras, mariposas, grillos, moscas, caracoles, sapos, aves silvestres transitan estos versos. Todos ellos hablan con el poeta, provocan imágenes frescas y metáforas luminosas. 

Más allá de ciertas amorosas visiones, la acidez y la amargura afloran en muchos versos, especialmente en los de la última parte. 

El primer libro de un autor es siempre un acontecimiento. Este, en especial, es una celebración que aplaudimos con alegría y a la que convocamos a todos aquellos que amen la poesía o que tengan curiosidad por una voz que vibra hace unos cuantos años desde los pagos matanceros. 

Nos quedamos así con los secretos del poeta, con las evidencias que asume: 


Tengo la clave

para abrir

la puerta del día

la piedra

para irrumpir

en la quietud

del instante


Y con la angustia que declara:


Porque no me apetece

el pan de los pragmáticos

mi hambre es inenarrable.


ALBA MURÚA

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