EL ELEFANTE NEGRO EDICIONES

TERCER TIEMPO, diario de una separación, etc

Pamela Neme Scheij, 84 pág, Ilustrado.

Arte de tapa Carla Álvarez y Celeste Destéfano


Una vez más Pame sorprende, conmueve, interpela. Ella y su poesía, en este libro que no es de poesía, pero sí. Que es narrativa pero no. Que es manifiesto como dice Natalia Iñiguez en el prólogo, pero tampoco.

Este libro donde se desnuda de prejuicios, miedos y se mete en el propio mar o río o lago y se dispone a nadar. Se mueve, se enseña ella misma distintos estilos. Un avanzar ligero o lento, según las aguas claras, turbias, templadas o congeladas.

Pame viene a decirnos que va a tomar una decisión o que ya la tenía tomada interiormente hace mucho tiempo. Y lo dice desgarrada, con las venas abiertas de todo el cuerpo.

Desde ese cuerpo al que descubre… “reencontrarme con mi propio cuerpo en soledad y con otres, en la adultez, sin sentir que miento o fallo. Darle al cuerpo, como ya dije, lo que me da”. Desde ese espacio del que quiere apropiarse… “Así como otros pasos dados, quisiera una idea rayo que fracture nuestra vulnerabilidad y nos ascienda al cielo de las rebeldes que se juntan, que se cuidan, que no entregan el espacio en el que quieren bailar, encender el fuego y echarse a mirar el cielo nocturno cada verano.”                                                                             

Desde esa maternidad que la enamora “tengo una hija desatada, sin filtros innecesarios, una hija rebelde que era así desde pequeña, que pisa fuerte y a su modo. Y la observo y me enseña sin saberlo.”

Viene a decirnos que nada sabe y todo quiere. Que todo le da miedo y nada le da vergüenza. Que es ella y mil ellas. Viene a afirmar lo que ya sabíamos: que las mujeres somos fuertes, que nos animamos a los cambios, aunque nos tiemble el cuerpo y lloremos sin parar durante días. Que las lágrimas no son debilidad ni pequeñez son, a veces, las que nos permiten tramitar algunos duelos, algunas transiciones “Como anoche, lloraré tantas otras más, lo sé. Yo siento nostalgia antes de necesitarla. No lo combato, siempre me recuerdo así. Es un modo de destilar finito y lento. Es una mirada de la existencia. Es la literatura y el cine acompañando siempre.”

Muda de piel. Es valiente. Se atreve a dar vueltas todas las cosas que en teoría estaban perfectas. Tiene el coraje que se necesita para ese cambio, esa introspección y ese salir al mundo. “Quiero sentirme entera y rabiosa, una piba armada con retazos de todas las mujeres que vi y leí, con mis pedazos más retraídos. Quiero saborearme las horas como una caníbal. Eso quiero.”

Y también se refugia en esa “red de mujeres que son tesoros húmedos, sensibles, presentes, creativos…” que le dieron y le dan el sostén diario, esa familia elegida que son las amigas.

“aún sostengo un mundo / con el borde de mis uñas / estoy aprendiendo / a construir columnas de vapor…” nos dice Pamela en ese poema final y que de aprender cada día se trata. De avanzar con aciertos, con dudas y que nada nada es fijo y estático. “Somos contradicción y movimiento” concluye, como un rezo a ningún dios, como un mantra que nos recorra y que nos haga sentir vivas a cada paso.

Destaco el arte de tapa de Carla Álvarez y Celeste Destéfano, la fotografía nos muestra a la autora intervenida con collages de dibujos y objetos de colores que nos invitan a descubrir de qué se trata todo aquello y las ilustraciones del interior del libro realizadas por otras artistas del conurbano, reafirmando este ensamble de manos y voces femeninas.


Nota: Esta reseña la escribí en el sur. Luego de haberme metido en un lago helado y con los pies en el agua. Porque de ninguna manera podría haber sido escrita debajo de un árbol sentada cómodamente. Este libro merece el desafío y el reto de la inestabilidad para disfrutarlo por completo. 



 Elizabeth Molver / Febrero 2023

 

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